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El cine uruguayo pone el foco en su propia historia

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El invierno llegó a las salas uruguayas con vientos de reflexión, memoria y búsqueda de identidad con el estreno de la ficción “Otra historia del mundo” de Guillermo Casanova y los documentales “Wilson” de Mateo Gutiérrez,”Preso” de Ana Tipa y “Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas” de Julián Goyoaga.

El pasado 20 de julio se estrenó en salas de todo el país el largo dirigido y coescrito por Casanova, quien había debutado en 2003 con “El viaje hacia el mar”. La película, producida por Lavorágine Films, está basada en el libro “Alivio de luto” de Mario Delgado Aparaín y cuenta con un gran elenco que protagoniza una historia llena de pequeños gestos de resistencia y lucha que tuvieron lugar en un pequeño pueblo durante la última dictadura militar (1973-1985).

Si bien el segundo título de Casanova como director se hizo esperar catorce años, su trabajo como editor y productor nunca ha menguado. “Sin duda que obtener fondos en un país donde somos siempre más intentando hacer cine con los mismos fondos que además cada vez están más recortados se hace muy difícil. Por otro lado, en Lavorágine Films venimos produciendo otras películas uruguayas en todos estos años, como ‘El cuarto de Leo’, ‘Manual del macho alfa’, ‘Zanahoria’, ‘Flacas vacas’ y ‘Ojos de madera’. Mientras producíamos estos filmes y una vez conseguidos los fondos necesarios para la realización de esta película, el proceso de producción  fue de dos años: uno de preproducción y rodaje, y uno de montaje, sonorización y todo lo que la post requiere”, explicó Casanova en diálogo con LatAm cinema.

El interés por dar a conocer aspectos de la historia local se presentó en otros dos estrenos nacionales más a través de propuestas documentales. El pasado 3 de agosto llegó a varias salas “Wilson”, un filme que se adentra en la vida de uno de los políticos más importantes de la historia del país, Wilson Ferreira Aldunate (1919-1988). El filme, producido por Salado, incluye imágenes anónimas y testimonios de importantes figuras políticas como Pepe Mujica, Jorge Batlle y Daniel Astori. Su director, Mateo Gutiérrez, dirigió en 2008 “D.F. Destino Final”, un documental sobre el asesinato de su padre Héctor Gutiérrez Ruiz, ex presidente de la Cámara de diputados del Uruguay, y de Zelmar Michelini.

Tras recorrer varios festivales internacionales, el 24 de agosto la directora Ana Tipa estrena “Preso”, un documental que sigue la vida de Miguel, un obrero con doble familia que, agobiado por la culpa, se propone desvelar la verdad a sus seres queridos. Producido por Huerfanita Films, la película se exhibió en Visions du Reél y el Festival de Málaga, entre otros certámenes y recibió el Premio Especial del Jurado en Atlantidoc.

El próximo 31 de agosto el foco vuelve a ponerse en la última dictadura militar uruguaya con el arribo de “Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas”, documental dirigido por Goyoaga y producido por Raindogs Cine (“Anina”, “Una noche sin luna”). La película narra la vida de Mary y Valery, viuda e hijo de Vladimir Roslik (el último muerto de la dictadura militar uruguaya) que  buscan cerrar una herida propia y de su comunidad perseguida por su origen ruso.

El revisionismo histórico a nivel político y social llega en un momento en el que la producción audiovisual uruguaya también se mira a sí misma para reflexionar sobre el recorrido transitado en las últimas décadas. Guillermo Casanova arrancó su carrera cinematográfica cuando en el país no existía ni la oferta académica actual de formación audiovisual ni fondos estatales o productoras consolidadas.

Consultado por los cambios que experimentó en su forma de trabajar durante los últimos 30 años responde: “Cuando empezamos en Uruguay con esta historia de querer contar historias fue a comienzos de la democracia, y éramos muy pocos los que nos mandábamos al frente. Por un lado estaba todo lo negativo que tú cuentas, pero también cosas muy positivas: tierra fértil, nadie delante nuestro cerrándonos caminos y ningún maestro a quien dirigirnos, como sí existía en Argentina y Brasil (nuestros países limítrofes y por ende cultura permeable con la nuestra). Hacíamos lo que queríamos sin rendirle homenaje, culto, inspiración o base de donde agarrarnos a nadie. Me acuerdo de los comienzos del Nuevo cine argentino, cuando se marcaba una pauta absolutamente distinta de los que se venía haciendo antes. El cine uruguayo que se comenzó a hacer tenía las mismas pautas del Nuevo cine argentino: cine independiente, económico, de historias cotidianas y realistas” concluye Casanova.

Justamente para reclamar condiciones para seguir contando historias se concentra el sector profesional este jueves en el primer Plenario de la Industria y Cultura Audiovisual. Convocado por ASOPROD y Gremio Cine, en el encuentro se propone discutir y sentar las bases para exigir al Gobierno que lo recaudado a través de las tasas impositivas a Netflix se vuelque al fomento de la producción nacional. El ejecutivo uruguayo anunció la semana pasada en la Rendición de Cuentas que impondrá un impuesto a la plataforma, operativa desde 2011, pero su destino aún es incierto. “En nuestro país, las pantallas de exhibición de obras audiovisuales: cable, televisión, salas de cine y plataformas on demand facturan USD 400 millones al año, y la inmensa mayoría de su contenido es extranjero(…) La producción de contenidos nacionales necesita de recursos genuinos y estables para autofinanciarse, sostenerse y crecer, alimentando a partir del consumo interno, el trabajo y la cultura uruguaya”, sostiene el comunicado de la convocatoria.


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